Recuerdo aquellos días en los que el Real Madrid confrmó el fichaje de Modric. La prensa culé cayó en la sucia estratagema de decir “42 millones para tapar verguenzas” o “Peluka Modric”. Titulares y sobrenombres patéticos para un jugador que era determinante junto a Gareth Bale para los Spurs que, a la postre jugaron otra vez juntos. En el Real Madrid. Pero eso, es harina de otro costal.
Luka Modric, a lo largo de su carrera en el Real Madrid (y lo que le queda) ha quedado relegado a la sala de máquinas como dirían los fordistas. Creaba fútbol y los reconocimientos eran para los rematadores de área. Sin embargo, Luka es fútbol, es color. Luka es organización en el juego. No sólo eso sino es integrante de un once histórico, fundamental para las últimas 3 Champions consecutivas del Real Madrid.

Recuerdo cuando prácticamente Luka de forma individual llevó durante el Mundial de Rusia a su selección a tres prórrogas que le valieron estar en la final casi veinte años después. Por ello se lleva este galardón, porque Modric ha dado la cara en el equipo y en su selección.
Son hechos que duelen y parece que haya que explicárselos a uno de los deportistas que formaban el podio. Antoine Griezmann se preguntaba qué más tenía que hacer para optar a ganar el premio. Querido Antoine, a parte de ganar el Mundial (donde la figura qué más brilló no fuiste tú sino un joven Kylian Mbappé) hay que hacer más cosas. Por ejemplo hay que saber ser luz, que brille el juego colectivo , y hay que saber cuándo uno no debe destacar por encima del grupo. Por esto y mucho más el galardón de anoche corona a Luka Modric como Emperador de 2018.